domingo, 21 de septiembre de 2008

Poesía

Sólo los campesinos ricos le tenían miedo a
la muerte, y cuanto más ricos se hacían, menos
creían en Dios, menos se preocupaban de la
salvación de su alma, únicamente se preocupaban
cuando ya iban a morirse. Y por lo que pudiera
ocurrir, enviaban velas a la iglesia y mandaban
cantar un Tedeum.Los campesinos pobres, en
cambio, no le temían a la muerte.
Antón Chejov,Los campesinos

XXIV

Las líneas directrices se estrellan contra las razones

accidentales. ¿ Y el fundamento adecuado ?Has perdido

la solidez de tus puños y estás out del catálogo. Respondes

a una inserción imaginaria y tu tristeza es parte de los

trámites cotidianos. El último error da por tierra todo el

lenguaje anterior y sólo importarán las consecuencias

ulteriores.

XXV

¿ Tenías todo calculado ? Has partido de supuestos

conocimientos y ahora el territorio tiene forma de

cuadrilátero y la algarabía no te pertenece. La estruc-

tura profunda te ha socavado el espíritu de lucha y tu

exposición no es nada original. La sintaxis técnica está

del lado del adversario y no queda tiempo para interpre-

taciones. Apenas lejanos estímulos.

XXVI

Asistes a la transición de un cuadro dramático y

tu otrora refulgente altivez está groggy en un lugar

recóndito del ring. Ha sonado el gong para gestos

heroicos y sólo tendrás un hálito de gozo para recordar

la valentía de Los amantes de Kandahar. Sin embargo,

cuentas todavía con nueve segundos para reponerte y

recrear alguna situación amorosa.

XXVII

¿ Presentías el peligro ? Falta de entrenamiento para

triviales connotaciones y formales competencias. Te has

perdido en el bosque de los discursos ajenos y mientras

te acomete la vigilia de la frustración de tu ego, es conve-

niente que visites a la muchacha del café de otros tiempos.

Así demorarás los segundos de la cuenta final.

XXVIII

Extrañamiento de los momentos felices y anagnórisis

de un olvidado beso de despedida. No es que te falte espacio para correr y

bailotear en la infinitud del ring. Escuestión de apretar los dientes y odiar. Las

razones a priori no te han servido de mucho y ha llegado la hora de rezar e

ingeniártelas en el complejo infighting. La estrategia de la ambigüedad no

te será útil esta vez.

XXIX

¿ Djemyléh y Moshén se han levantado de su lecho de

amantes ? Ah, sí : sacude bien tu cabeza y espabílate.

Han comenzado a contar y el pleito continuará más allá de tu

derrota. Se han deformado las simetrías y lugar y tiempo

no te ofrecen el reparo de alguna metáfora. Y el ángel de

la guarda está ocupado en otra aventura. El diseño está

idealizado y no puedes zafar de esta virtualidad. Sigues

contra las cuerdas.

XXX

No habrá hechos ni pruebas ni evidencias definitivas,

muchacho. Algún que otro poeta temático pidiendo

auxilio por internet o escribiendo en la humareda sórdida

de algún café de camareras. El monstruo de sangre fría

morderá tanto la gramática primitiva como la más sofisticada.

Toda convención o ley será transgredida. Los acusados serán

siempre culpables.

XXXI

Los que están en el ring side continúan vociferando.

Que Dios esté contigo hasta el último recuerdo de la

Infancia feliz. Hasta el primer beso mejilla a mejilla de

Tu confidente de secundaria. Está en juego la corona

del barrio de Lanas Este y debes salir airoso para ir al

baile del sábado. Persígnate por enésima vez y sal de las

cuerdas de una vez y para siempre.

XXXII

¿ Has vivido una vida equivocada ? Vamos, sonríe : no

eres el único y no serás el último. ¿ Hay rastros de amor en

tu tránsito apocalíptico sobre las barricadas y las calles en-

sangrentadas ? No te contradigas ni temas a los malignos,

que, después de todo, hacen su trabajo. Arrodíllate y pide

perdón por tus ilusiones. Formula otro deseo y arroja las

monedas en las esquinas de tu infancia.

XXXIII

El argumento de la tragedia ya no es lado al cuadrado.

Ni las diagonales se cruzan marcando el punto de Inter—

sección. Ya no manipulas tramas ni trazas crónicas ni

lucubras cuentos de hadas. Escuchas aullidos, no voces.

Homo homini lupus. Las apuestas no te favorecen y de

Nada vale que mires el reloj gigante del estadio especu—

lando con la campana. El gong es una ilusoria oportunidad.

XXXIV

¿ Piensas aún en ella ? La luz de la luna no alumbra ya

el bosque encantado y la muchacha se ha ido para siempre.

Sólo iluminan las luces del estadio y vas de un lado al otro

del ring y sabes que todo fue mentira. La ironía ha tejido

una historieta de tu vida máscara a máscara en carnavales

ruidosos y mugrientas comparsas. Eso : ponte de pie para

trompear la Paradoja.

XXXV

Juramentos, torturas, testigos : acusaciones múltiples recibes en el

banquillo. La esponja esparce el agua bendita y te invita a seguir

la pelea. O la sentencia será cadena perpetua por cobardía

injustificada. El abogado defensor está en tus guantes. Y las tarjetas

de los jueces aún siguen intactas.

XXXVI

¿ Has amado como debías ? Aún estás a tiempo como

Ayax de ponerte la luciente armadura e ir al combate. Ya

el acaso no permite recapitulaciones. La cuenta ha comen-

zado. El encordado no es el refugio natural. Audacia. Tu

suerte está echada. Mitiga el castigo.

XXXVII

Un manager desesperado con la toalla en la mano vacilará

En tu caída. No tienes agallas para decirle : no la tires aún.

¿ Habrá otro escenario posible para reciclar nuevos idilios ?

Vas y vienes, de un lado al otro del encordado, trompeado

hasta el cansancio por el monstruo. Claro : no eres Bonavena

ni Monzón ni Sugar Ray Leonard.

XXXVIII

¿ Alas de niños despojados de su hoy de juegos ? ¿Se ve

un cielo de tristes mortales que huelen el aroma caliente

de tu pocillo de café ? ¿ Lees una historia de muchachas

dispuestas al deseo continuo ? Es sólo una novela de Pedro

Mata. Esquiva el gancho del monstruo y regresa

por esos niños impávidos indefensos de guardas angelicales.

XXXIX

¿ Tienes las rodillas laceradas y ardidas de tantos altares

visitados ? No será más que la repetida sensación de agonía

y del desespero tuyo de cada día. Ponte a la sombra de la

higuera de tu casa natal. Mójate en el pìletón bajo la parra

y apresúrate a salir corriendo hacia la esquina para jugar otro

picado.

XL

El ocaso en sepia contempla tu caída de bruces.

No hay paradigmas ecuánimes ni pìadosas presunciones.

La esquina está cercada de fantasmas y el léxico es irre—

conocible. La luz languidece y un circo de energúmenos

aplaude tu humanidad tirada en la lona. Te insultan y con

los ojos entreabiertos, alcanzas a ver la luna en cuarto

menguante.

XLI

No hay recovecos para la nostalgia. Es todo penumbra y

la música de un tango clásico es tenue. La higuera y la parra

anunciaban acaso la noche de un boxeador groggy,

que continuará la pelea hasta el final . Has invitado a tus amigos,

ya que especulas un lucimiento. Paso atrás, al costado, uno-dos

y aprieta los puños, izquierda al hígado.Ahora negrito -- te grita

Zaccaría. Y sonríes feliz : has regresado a los rings

de tu barrio de Lanús Este. Sé valiente por una vez.